La historia que me llevaría a la Casa del Que Mató al Animal comenzó con un susurro inquietante en una fría noche de Puebla. La capital poblana era conocida por sus casonas con un pasado misterioso y, entre todas, esta casa se erguía como un espectro en el corazón de la ciudad. Su fachada, cubierta de enredaderas que parecían retorcerse como garras de algún ser sobrenatural, desprendía un aura de terror que no podía ser ignorada.
Los relatos habían trascendido generaciones, llevando consigo la sombra del horror que había consumido a la familia Carvajal en la Puebla colonial. Se decía que un monstruo, de origen desconocido, aterrorizaba la ciudad en las noches más oscuras. La criatura no tenía forma fija: algunos decían que era un coyote gigante, otros afirmaban que tenía la piel de una serpiente, y los más audaces aseguraban que era una amalgama de bestias: piel de tigre, patas de jabalí, cuerpo de lobo y garras de águila.
El terror llegó a su punto culminante cuando el monstruo penetró en la casa de Don Pedro Carvajal. La historia decía que en una noche siniestra, había devorado a Fernando, el hijo menor de Don Pedro, dejando atrás un reguero de sangre y pesadillas que nadie podía olvidar. La tragedia llevó a Don Pedro a ofrecer la mano de su hija en matrimonio a quien pudiera traer la cabeza de la bestia que había arrebatado a su hijo.
Fue un valiente soldado quien se ofreció para la misión suicida. Su nombre ha quedado perdido en el torbellino del tiempo, pero su valentía perduró. Siguió el rastro de la bestia hasta llegar a la Casa del Que Mató al Animal. Allí, en los oscuros corredores y habitaciones silenciosas, libró una batalla épica con la criatura. Los rugidos del monstruo y los choques de acero contra la piel de pesadilla se convirtieron en un eco fantasmal que aún resonaba en los rincones de la casa.
Finalmente, el soldado emergió triunfante, sosteniendo en alto la cabeza del monstruo que había atormentado la ciudad. La noticia de su hazaña corrió como reguero de pólvora, y el Virrey de la Nueva España lo honró como un héroe.
Hoy en día, la Casa del Que Mató al Animal alberga las oficinas de "El Sol de Puebla", pero la leyenda persiste. Aquellos que entran en la casa aseguran sentir la presencia de la criatura vengativa en cada rincón. Los murmullos de la batalla y los chillidos del monstruo resuenan en la oscuridad, como si el horror del pasado se negara a descansar en paz.
La Casa del Que Mató al Animal se mantiene como un recordatorio sombrío de que el pasado y el horror pueden fusionarse en una historia inquietante que nunca se desvanece por completo. Aunque los detalles pueden perderse en el tiempo, el misterio y el terror continúan vivos en sus paredes, esperando a ser descubiertos por aquellos lo suficientemente valientes para buscar la verdad.
Elaboró: ACCEPTI CONTADORES S.C.
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